economía y circo y digitalización

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¿O era al revés, circo y economía? Qué más da. Teníamos olvidado que el ‘panem et circenses’ de los tiempos modernos es el fútbol, cuya utilidad es calmar a las «fieras». Hace años el presidente de un club de fútbol, condenado por delitos cometidos antes y después de serlo, era aceptado por los medios de comunicación con total impunidad gracias a que alimentaba el circo. Pero así se está deteriorando el mundo deportivo, perdón, de los negocios, porque hay quién afirma que esto no es un deporte.

Pobre Pau Gasol, ha vivido 20 años creyendo que practicaba un deporte y el miércoles despertó ante el horror de saber que lo que había vivido no era deporte y, como consecuencia del estupor, perdió el partido de basket de ese día, en la mayor sorpresa de la Euroliga. Así de crudo y de duro se lo ha hecho saber su compañero de colores Pep Guardiola.

Supongo que ya habrán adivinado que me estoy refiriendo a la muy famosa, sin haberse iniciado, Superliga de fútbol europea. Esa nueva competición privada que, con nocturnidad, se había anunciado el domingo 19 de abril, sin que nadie saliera con valentía a explicar en qué consistía, a que competición venía a sustituir y quiénes formarían parte de ella. Es cierto que en este proyecto llevan trabajando un grupo de clubs desde hace varios años, básicamente los clubs que ven como la UEFA y la FIFA se enriquecen con sus derechos de imagen, sin poder hacer nada para evitar el atraco. Entre ese grupo de clubs no están los que nunca juegan competiciones europeas, aunque ahora hablen de ello, y es lógico que no estén porque sus economías no están amenazadas por lo que está por venir. Hasta el CF Fuenlabrada opinó sobre ello, equipo de la segunda división que el año pasado, con unos positivos por COVID19 que quiso ocultar, alteró la competición.

No sé si saben que esto de la Superliga no es una novedad en la Europa ampliada, la que incluye a Israel, porque ya tenemos una competición casi idéntica en baloncesto que se llama Euroliga. Les invito a leer la información que nos proporciona la Wikipedia y a la que pueden acceder en el enlace anterior. Está limitada a los once equipos fundadores y siete más que se eligen con base en ciertos parámetros. Los fundadores no descienden o ascienden, para desesperación de Guardiola que dice que eso no es deporte. Uno de los fundadores fue el Barcelona. Se ha convertido en la segunda liga de baloncesto más seguida en el mundo y cada año aumentan sus audiencias. Con esta liga no han desaparecido las ligas nacionales ni el baloncesto ha perdido su carácter popular, como teme un redactor de El País, que firmaba un artículo populista y demagógico. Quizá sueña con una liga en la que el ganador sea el mismo desde hace 11 años y que ha ganado 20 de las últimas 31, que vive de las rentas que le proporciona el fútbol, porque el resto de equipos están quebrados desde la crisis de 2008.

El colmo del “clamor” popular en contra de la Superliga vino de la mano del inefable Santiago Segurola en un artículo vitriólico contra todo bicho viviente, que debería de haber rectificado a la vista de los acontecimientos posteriores, y culminaba con la columna de un aparente no experto y desinformado, así se reconoce a sí mismo, pero que se permite el lujo de opinar. Y cito a todos estos señores de este medio porque causa sonrojo y vergüenza ajena que los promotores en España del ‘pay per view’ se rasguen las vestiduras.

El fútbol empezó a perder su aire romántico y popular el día que nacieron los canales de televisión con emisiones codificadas y acabó de perder ese glamur con la digitalización. Mientras nos comunicábamos en el mundo analógico y abierto nadie podía apropiarse de las imágenes, en consecuencia, no era posible restringir el acceso a las mismas. Bastaba con tener un receptor y una antena que captara las ondas y veíamos los partidos. Más adelante en el tiempo los equipos se dieron cuenta que aquello podía ser una fuente de ingresos adicional, pues los canales de televisión contrataban más publicidad y con mayor valor, así que a cambio del pago de unos derechos los clubs permitieron el acceso de las cámaras a los estadios. Y empezó la rueda de la fortuna, nunca mejor dicho.

Pero un día se empezaron a emitir señales codificadas (Canal+) y ¡ay, qué pena! se pudo restringir el acceso y empezar a establecer condiciones. Se nos ha olvidado ya la cantidad de personas que veían en este país las emisiones codificadas de películas pornográficas de Canal+, con rayitas porque no tenían el descodificador. Les hablo de 1990. ¿Recuerdan quién era el grupo empresarial principal propietario de Canal+? Efectivamente, PRISA, el mismo propietario de El País, ese medio que se escandaliza por la Superliga. Se escandaliza porque no forma parte del nuevo truco del almendruco, sencillamente porque no tiene capacidad financiera para ello.

Si los aficionados no hubieran respondido al ‘pay per view’ en su momento no estaríamos así ahora. Esta situación en la que nos encontramos es consecuencia de la inflación de precios que se ha producido en el fútbol profesional desde entonces porque, la pescadilla que se muerde la cola, hay interés por el fútbol europeo en el extremo oriente, en concreto en China, y las retrasmisiones de los partidos generan un buen pellizco, que a su vez obliga a los equipos a fichar a los mejores jugadores que cada vez cuestan más… Así en ese medio que se ha vuelto tan escrupuloso, no hace mucho, un periodista de la sección de deportes valoraba a un jugador, no por sus méritos en la competición, sino por el dinero que había movido en fichajes sucesivos. El artículo es de 2015, todavía no habíamos salido de la crisis anterior y avergonzaban sus términos.

Por si no lo saben, la supuesta revuelta de los aficionados ingleses por la Superliga ha sido de menor tamaño del que podría parecer en los medios y al grito de “en defensa del juego inglés”, propio del nacionalismo que impera hoy en día. Y un último dato, el entrenador citado con anterioridad, Pep Guardiola, está considerado el mayor dilapidador de la historia del fútbol mundial, 1.500 millones de euros en fichajes en 11 años como entrenador de tres equipos y eso que a algunos de los más importantes ya se los encontró fichados. En su última etapa, en el Manchester City, ha gastado en cinco años 800 millones de euros en fichajes, gracias al dinero que, con la misma velocidad que usted come pipas durante un partido, ha puesto en sus manos el jeque propietario de ese club de fútbol. Sin saberlo, Walter Oppenheimer nos ilustró sobre el problema real, que algunos no quieren ver, y que está detrás de toda esta historia, los ingleses no se pueden permitir que el futuro del fútbol europeo pase por otros equipos.

Así que desconfíen de todos los que, de pronto, hablan de meritocracia. ¿De verdad piensan que todo esto es en defensa del fútbol en abierto y accesible a todos? Qué cantidad de hipocresía y falsedad tenemos que soportar. Seguiremos oyendo hablar de la Superliga.

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