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Para ser la entrada 100 en el blog voy a hacer algo que, hasta la fecha, no me pareció necesario, pero siempre hay una primera vez.

Hace muchos años aprendí que, cuando uno hace públicas sus opiniones, debe estar preparado para aceptar las críticas que puedan hacer otros sobre esas opiniones vertidas. Y el aprendizaje aumentó cuando, hace ya casi 15 años, era responsable de la edición de unos portales en Internet que, en algunas cosas, se asemejaban a medios de comunicación, y la audiencia tenía todo el derecho a criticar y discrepar de lo allí escrito. Uno debe respetar las críticas, analizarlas con la mayor objetividad posible y corregir aquello que esté mal. Pero en ocasiones, la verdad es que son pocas, ya ven 1 de 100, hay que explicar el porqué de lo hecho, pues es posible que al crítico se le haya pasado algo sustancial por alto.

Se me ha ocurrido titular esta entrada de esa forma porque no me queda más remedio que reafirmarme en lo dicho en la anterior. Entrada sobre la que una persona, formada en comercio internacional, me hizo llegar su criterio de que era “mucha interpretación simplista de asuntos complejos”, amén de incluir “ciertas inexactitudes y leyendas urbanas”. Ello me obligó a releer el artículo y repasar las referencias utilizadas y, sinceramente lo digo, no descubrí las inexactitudes, tampoco me han hecho saber cuáles son.

En el mundo en que vivimos, que no es el de ayer ni el de antes de ayer, por fortuna, se ha extendido una especie de virus que lleva a algunas personas a considerar que la vida o el saber o la actividad tienen su inicio en el momento en que ellos empezaron a vivir, a saber o a ser activos. Este comportamiento o actitud se conoce como adanismo. No deduzcan de ello que solo afecta a varones, también afecta a mujeres, faltaría más; nuevos adanes y evas para los que la vida empezó con ellos.

Este blog, real de a ocho, se escribe con sencillez, pues no aspira a explicar cuestiones de orden económico a sabios en la materia. Ya le gustaría al editor que el real de a ocho fuera un espacio de consulta para los sabios. Pero para eso el primer sabio tendría que ser el propio editor y no es el caso. La sencillez no implica falta de contenido o escasa profundidad al abordar las distintas cuestiones. La sencillez supone tratar los asuntos de manera que puedan ser accesibles para un gran número de personas, sin pretender formar expertos con unas breves líneas. Pero rigor, todo el que sea necesario.

Rigor, al estudiar las cifras de población y aclarar que la disminución de la población de 16 a 64 años en España, en los últimos 3 años, ha contribuido de manera significativa a reducir el número de parados que se reflejan en las estadísticas. Rigor, al poner de manifiesto el fiasco de la SAREB y los altísimos e injustificados costes de su personal. Rigor, al explicar el magma, ciertamente malsano, que rodea al mundo de las subvenciones estatales. Rigor, al poner al descubierto las monstruosas cifras que ha supuesto la crisis bancaria en España y el coste que tendremos que asumir entre todos. Rigor, cuando se reflejan las ocurrencias de una inútil reforma fiscal que, de paso, ha dañado al mercado inmobiliario. Ese mismo rigor se ha aplicado al abordar el asunto del TTIP (Transatlantic Trade and Investment Partnership)

Y es posible que la crítica se vierta porque no se haya leído el artículo con detalle y no se entienda que, en consecuencia, no puede estar rodeado del secretismo del que está rodeado, porque

el TTIP no es un acuerdo comercial más, es un tratado que pretende regular legislaciones que afectan a muy diversas materias, incluso podrá alcanzar a algunas no especificadas aún.

Edificio en el que se encuentran la representación del Parlamento y de la Comisión europea en Madrid

Edificio en el que se encuentran la representación del Parlamento y de la Comisión europea en Madrid

Sirva como ejemplo de las consecuencias del secretismo lo ocurrido con las propuestas de la Comisión europea a Grecia y las respuestas del Gobierno heleno a las mismas. En menos de una semana hemos descubierto que lo tratado en los últimos 6 meses era mucho más amplio de lo informado por los “expertos”. Incluso en el último instante el ministro de Finanzas griego ha utilizado, como apoyo de sus tesis, los análisis del descalificado FMI (Fondo Monetario Internacional)

El secretismo es malo. Las democracias no avanzan con secretismos. Unas conversaciones pueden ser reservadas, pero no secretas. Confundir que unas negociaciones no sean secretas con “no se puede hacer un acuerdo comercial con cientos de millones de personas votando” suena como algo fuera de lugar, una boutade más.

La clave es ¿por qué el mandato del Consejo europeo a la Comisión para negociar el TTIP con las oportunas directrices, de 17 de junio de 2013, era un documento clasificado y secreto? Aquí pueden leer el documento, gracias a que, el 9 de octubre de 2014, el Consejo acordó desclasificar el mandato otorgado.

La suficiencia, una mal entendida excelencia y una preocupante disposición, más extendida cada día, a no considerar a los que no están a “nuestra atura”, condena al analfabetismo funcional a muchas personas en muchas materias. Parece que no gusta enseñar o alentar a acercarse a los temas, más o menos “complejos” o áridos, a esos que están “por debajo” del nivel de conocimientos de los autoproclamados expertos. El que fuera presidente del consejo de administración de dos de las más grandes compañías de este país, ya fallecido, me enseñó que una de las primeras y principales obligaciones de todo aquel que alcanza un cierto nivel jerárquico era tener seleccionado un candidato para sustituirle, pues nadie es imprescindible. Parafraseándole yo creo que una de las primeras y principales obligaciones de aquellos que alcanzan un cierto nivel de saber en alguna materia es brindar sus conocimientos a los demás, no reservarlos para obtener poder de los mismos.

Qué bien nos iría en Europa si, en vez de defender el oscurantismo, como nos pasa en Europa con el TTIP o como nos pasa en España con las obligaciones que nos impone la Comisión europea y que no se discuten en el Congreso, nos dedicáramos a construir y crear, a expandir el saber, a propiciar la intervención en la economía de aquellos privilegiados que saben desarrollar nuevos productos o a defender nuestras habilidades. Sorprende a estas alturas que proyectos transcendentales para el progreso económico estén paralizados ¿Recuerdan el proyecto Galileo?, ¿Han oído hablar de un buscador europeo en Internet? Mientras tanto, desde el Ministerio de Industria nos insuflan dinamismo turístico, sector de actividad de bajo valor añadido, o se cargan las energías renovables, para mayor gloria de los productores de combustibles fósiles, contribuyendo a la emisión de dióxido de carbono, o encargan almacenamientos de ese dióxido de carbono que no funcionan, por falta de estudios serios, y nos cuentan indemnizaciones mil millonarias, ¿Les suena Castor?, quizá todo ello sea una “leyenda urbana más”. En verdad que si esta política del Ministerio de Industria es la que define nuestro futuro económico, da lo mismo cuál sea el TTIP que se apruebe.

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