¿y ahora qué?

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coronavirus 4
12-04-2020

Porque habrá un ahora. No lo duden, lo habrá. Aunque es evidente que ese ahora, mejor dicho, ese desde ahora, será diferente a como venía siendo el mundo en el que nos desenvolvíamos. Y será diferente para bien y para mal. Pero quizá antes de pensar en ese desde ahora debemos pensar en cómo era hasta ahora, porque las cosas habían ido evolucionando, casi sin darnos cuenta en algunos casos, desde finales del siglo pasado y, especialmente, desde la crisis de 2008, cuyo inicio yo sitúo en 2007.

En un artículo periodístico reciente hacían una ucronía (perdonen el palabro) analógica, que titulaba el autor, sobre cómo habría sido la crisis sin Internet. Para los que hemos vivido de cerca la llegada y expansión de la red en España resulta bastante aleccionador y algo nostálgico. Pero es cierto, sin Internet no hubiera existido el teletrabajo ni la educación por vía telemática ni hubiéramos podido hacer operaciones financieras ni nos habríamos comunicado con rapidez con los allegados y amigos o mantendríamos videoconferencias con ellos ni se hubiera podido cumplir con ciertos trámites administrativos. Todos esos elementos que se habían incorporado a nuestras vidas, poco a poco, están resultando fundamentales para poder superar el aislamiento.

Me sorprendo al ver a personas de una generación posterior a la mía que, sin grandes habilidades en el manejo de los medios que las nuevas tecnologías han puesto a nuestro alcance, son sin embargo capaces de aprovechar, por ejemplo, Skype para conectar con sus hijos que han ido a estudiar al extranjero. Eso significa que, en España, ya estamos en la segunda fase de introducción de estas tecnologías, aquella en que el uso de las mismas no requiere del conocimiento del cómo funcionan. Más vale tarde, porque llegamos algo tarde, aunque desde luego no será algo pasajero. Las TIC (tecnologías de la información y la comunicación) se quedan entre nosotros. Una de las utilidades que se generalizarán será el pago con tarjeta a través de la red, lo que facilitará el comercio on-line, más de lo que ya lo estaba.

También aumentará el nivel de uso de la red para trabajar a distancia, teletrabajar por aquello de ser vía telemática, como aumentará la enseñanza on-line, tanto cuantitativa como cualitativamente. A pesar de ello el oscurantismo seguirá presente entre nosotros, como nos han puesto de manifiesto algunos de los bulos que han circulado por las redes. Y aquí empiezan algunas de las diferencias para mal, las noticias falsas, ‘fake news’ que se dice ahora. Como ocurrirá con el llamado distanciamiento social, que se va a quedar entre nosotros, nunca mejor dicho, durante largo tiempo, hasta en la playa habrá que guardar las distancias nos anticipaba la ministra del ramo, avisando de las consecuencias para nuestra principal actividad económica, el turismo.

Ese desde ahora va a ser complejo de abordar porque es difícil enmarcar el terreno en el que vamos a jugar, ¿podemos siquiera imaginar cómo serán los viajes en avión o tren? Es evidente que habrá que flexibilizar las distintas actividades económicas para incorporar las exigencias que demande la situación sanitaria, sobre la que ya nos avisan que no acabará aquí y ahora. Ese desde ahora que debía afrontar con firmeza los cambios necesarios ante el cambio climático, debe unir las nuevas reglas provocadas por la pandemia desatada por la COVID-19.

Ya ven, a pesar de que en tiempos de turbación no se deben hacer mudanzas, parafraseando la máxima ignaciana, hay que poner en marcha cambios en nuestras actividades, tanto por los objetivos, como por los medios a utilizar. Pero antes de lanzarme por el atrevimiento, les diré que sigo creyendo en que la globalización es positiva y debemos profundizar en ella, lo que ocurre es que como en la economía de mercado, hay que disponer de reglas, reglas que se apliquen sin rubor y sin ninguna razón para eludirlas. De la misma forma que habrá que introducir cambios en la educación para que ese egoísmo tan extendido que hemos sentido en este paréntesis vital sea erradicado en la medida de lo posible, especialmente para que las personas que lideran organizaciones o centros de decisión no empiecen con “y de lo mío qué”, cuando a su lado hay otros damnificados o perjudicados en situación más precaria.

Pero déjenme hacer un paréntesis. Hay quienes demandan levantar el confinamiento, quienes lo quieren total y quienes abogan por una situación intermedia. Nunca he compartido los extremismos y menos amparados en cifras inexactas. Me he molestado en buscar las cifras de ocupados en cada uno de los sectores de actividad económica y he hecho una estimación de quiénes volverán a la actividad económica el lunes 13 en unos lugares y el martes 14 en otros y la cifra en toda España no sería superior a los 2 millones de personas, sobre 20 millones de ocupados. Puede parecer importante, pero creo que no es determinante para mantener la situación de paro muy amplio. No olvidemos que el cierre generalizado del comercio, de las oficinas públicas y privadas, parcialmente de los medios de transporte, de los centros educativos y de una parte de la industria por la falta de actividad comercial están vigentes.

Y ahora caminemos por la pendiente del atrevimiento y hablemos del desde ahora. Lo primero que habría que hacer es anotar los esfuerzos que está haciendo el Estado para paliar las consecuencias derivadas de la pandemia, el coste de los ERTE, el coste de los avales prestados, que ya son 40.000 millones de euros, el coste de las facilidades crediticias de otros orden, el coste de las ayudas que deberán prestarse por desempleo, arrendamientos y otros, el coste de las adquisiciones de material sanitario, el sobre coste de la actividad desplegada por las fuerzas de seguridad y las fuerzas militares, el coste del aplazamiento de cotizaciones a la Seguridad Social, etc., etc. Deben perdonar mi deformación de contable, pero saber qué nos cuesta todo este asunto es muy importante para que nadie pida en el futuro auditorías injustificadas de la deuda generada o piense que esto es gratis, porque nada es gratis.

Habrá que tomar medidas para asegurar que disponemos de los medios de protección adecuados por si una pandemia similar volviera a producirse, preferentemente mediante el aprovisionamiento nacional para evitar situaciones como las desatadas por China, Alemania o EE UU en fechas recientes que limitaron la capacidad de producción y compra en el mercado.

De la misma manera que habrá que profundizar en el control de las cadenas alimentarias de ciertos países que impidan el consumo extendido de especies salvajes sin control veterinario adecuado, con el consiguiente riesgo de transmisión de enfermedades, generadoras de pandemias como la actual.

Deberemos mejorar la dotación de nuestros alumnos para que, independientemente de su nivel económico, puedan seguir la educación por vía on-line sin ver mermados sus derechos educativos.

Habiendo demostrado un nivel de suficiencia destacable, debemos mejorar nuestras infraestructuras de comunicación para que bajo ningún concepto se pueda paralizar el país, por mucha que sea la utilización que haya que demandar de la misma.

Habrá que recomponer la sanidad, gravemente deteriorada después de años de desatención por parte de las más diversas administraciones. Quizá debiera prohibirse que los hospitales utilizados por el sistema nacional de salud sean propiedad de empresas o fondos privados. De la misma forma que debieran prohibirse que la realización de pruebas médicas ordenadas desde la sanidad pública, sean efectuadas por la sanidad privada por encima de un determinado nivel.

Tendremos que asegurar que las residencias para personas mayores y discapacitados cumplen ciertas reglas y reúnen las condiciones adecuadas para no ser atendidas como si fueran simples establecimientos de hostelería.

Los mecanismos de coordinación estatal en los ámbitos sanitario, asistencial y educativo tienen que aumentar sus niveles de eficacia, pues no es posible continuar con tantos modelos distintos y distantes entre sí que dificultan la interacción y la movilidad de las personas.

Y todo ello supone más coste. Ya es hora de afrontar en España que no podemos mantener un nivel de gasto público que se encuentra 7 puntos por debajo de la media europea. Y al tiempo debe venir acompañado de alguna decisión sobre nuestra deuda pública, no digo de hacer una quita, no es necesario. El gran Arquímedes nos dejó dicho “dadme un punto de apoyo y moveré la tierra”; financieramente podríamos decir, dadme un plazo de vencimiento y determinaremos el interés que necesitamos para financiar las operaciones. Quizá se podría emitir deuda a un tipo de interés significativo, por encima del promedio actual, con vencimiento a 50 o 75 años; los bancos encontrarían un destino a sus excedentes y se ahorrarían el coste de las facilidades de depósito que les aplica el Banco Central Europeo y los fondos de inversión tendrían un canal alternativo para colocar sus excedentes de tesorería que se encuentran inactivos.

Cuídense, por favor, y mantengan la esperanza en el ahora que está a punto de llegar.

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