concurso

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No crean que se han equivocado y han entrado en el blog de una cadena de televisión. Del concurso que voy a hablar es del de acreedores, que no tiene nada de gracioso o simpático y en los que no se ganan premios; bueno, algunos los ganan con consentimiento judicial y todo. Pero no les voy a hablar de los aspectos jurídicos de los concursos, para eso ya existen fabulosos expertos sobre la materia que nos desgranan todos los días los sinsabores, no para todos, de los concursos, aunque no nos terminan de aclarar el enrevesado mundo judicial en el que estos se desarrollan y la, en muchos casos, inseguridad jurídica en que se mueven los acreedores, los trabajadores e incluso los accionistas o partícipes de los deudores concursados.

Quiero trasladarles algunas reflexiones a la vista de los datos que nos ofrece sobre concurso de acreedores nuestro querido Instituto Nacional de Estadística (INE) de manera regular y que, como otras estadísticas, nos sirve para analizar la realidad de nuestro tejido empresarial y por extensión de nuestra economía. Lo primero es reconocer que el número de nuevos deudores concursados, que alcanzó su cenit en el 1º trimestre de 2013 con casi 3.000, se ha reducido considerablemente y hemos vuelto al nivel de los registrados en el 3º trimestre del año 2009. Podríamos decir que estamos volviendo a la normalidad. Lo pueden ver en el segundo gráfico que acompaña a esta entrada.

Estos datos se añaden a otros que nos muestran que la crisis no ha terminado aún, que ha tenido dos etapas, desde el 2º trimestre de 2008 hasta el 4º de 2010 y desde el 4º de 2011 hasta ahora, y que sin lugar a dudas es la de más larga duración en muchas décadas, pues ni tan siquiera las del petróleo de 1973 y 1979 fueron tan profundas y prolongadas. Aunque en España han tenido, en ambos casos, una crisis subyacente similar como vamos a ver a continuación.

Empresas concursadas por tramos de antigüedadUna forma de enfrentarse a los datos de empresas concursadas es analizando la antigüedad de las mismas. Y aunque lamentablemente no podemos ver los datos desde 2008, solo desde 2012, es suficiente para hacernos una idea de lo sorprendente de los resultados. El mayor número de empresas concursadas entre 2012 y 2015 son aquellas con una antigüedad de 20 años o más. En contrapartida el número menor de empresas concursadas son aquellas que tienen entre 17 y 19 años de antigüedad. Tan próximas en edad y tan dispares en comportamiento. Alguien puede pensar que son las más afectadas porque son la mayoría de las empresas del país, no es cierto, los mayores números de empresas se dan entre los segmentos de menos de 1 años, de entre 4 y 7 años y de entre 8 y 11 años.

Es decir, las empresas creadas antes de 1992 son las que presentan mayor nivel de insolvencia en la crisis. Y ello puede ser debido a que son empresas que no han sabido adaptarse a los tiempos y vienen de una época en que las situaciones, los entornos, se creían mucho más estables. Y, siendo el bloque de menor número de empresas, también es el de menores niveles de nuevas concursadas, me refiero a aquellas que cuentan con entre 17 y 19 años de antigüedad, es decir las que se han constituido entre 1993 y 1998. Es muy posible que estas entidades, que aprovecharon una ventana de oportunidad en la economía española, que comenzó con la recuperación iniciada en 1993 y se prolongó durante 6 años, sean las más robustas para afrontar una crisis debido a que, entre las circunstancias en que se desarrollaron, hubieron de enfrentar un entorno cambiante y de cierta inestabilidad, que les llevó a asegurar las decisiones. Aseguramiento entendido no como ausencia de riesgo, si no como decisiones desde el análisis profesional.

Mi opinión es que esta disparidad entre antigüedad de las empresas y número de concursadas está relacionado con una crisis de evolución. En 1973, en España, no se afrontó la crisis del petróleo y no hubo traslación del aumento del precio de la materia prima a los costes de los productos, especialmente a la energía. Y en 1979, con la segunda crisis del petróleo se produce un agravamiento de la situación, mayor que en otros países, junto con una situación de envejecimiento del parque empresarial y productivo que casi nos arrincona. Es esto lo que ha ocurrido en estos tiempos en España, a la crisis general de la economía de los países más avanzados se ha unido una crisis del modelo empresarial procedente del rejuvenecimiento de los ochenta del país unido al de aquellas empresas que no han sabido adaptarse a los nuevos paradigmas, esa fórmula tan fría que utilizan los expertos para definirlo.

Nuevos deudores concursados 2007-2015El siguiente grupo que preocupa es el de las empresas de entre 5 y 8 años de antigüedad, aquellas que se constituyen entre 2004 y 2010, en plena burbuja inmobiliaria y primera fase de la crisis. Aunque con diferencias, marca una senda parecida con las empresas de entre 9 y 12 años, las constituidas entre 2000 y 2006, y se disputa con ese grupo el segundo lugar del ranking. No es de extrañar, ambos grupos se nutren de las empresas nacidas, básicamente, en los años locos de comienzos de siglo, entre 2000 y 2008 ¿Recuerdan? Se habían acabado los ciclos económicos, todo era expansión, la vida nos sonreía continuamente, el crédito estaba barato y era de fácil acceso. En España llegamos a tener un déficit por cuenta corriente del 10% del PIB, importábamos lo inimportable. Vamos, nos bebíamos la vida.

En el primer gráfico de esta entrada pueden ver que al inicio de 2012 el grupo con menor número de nuevos concursados era el de las empresas constituidas a partir de 2008, pero este grupo ya ha ascendido en la escala y ha pasado al tercer lugar y las empresas nacidas a partir de 2011 empiezan a dar señales de agotamiento, lo que no es un buen síntoma, seguimos creando empresas sin dedicarle un tiempo prudente a la reflexión y al análisis sobre su oportunidad o conveniencia.

En una economía viva el concurso de acreedores es una herramienta útil, necesaria y que, utilizada para lo que está concebida, permite reordenar el mapa empresarial sin grandes traumas. Por eso es por lo que a nadie debe asustar que haya empresas que se declaren en concurso, es la antesala de una nueva oportunidad. Lo malo es cuando, como ocurre frecuentemente en España, se confunde el concurso y se pretende utilizar como una quiebra ordenada, no cumplirá su función de ayuda. Por eso mi análisis puede trasladar preocupación, pues aunque el número de nuevas concursadas se ha reducido considerablemente, estas no dejan de ser en su mayoría empresas que desaparecerán y eso es algo que no nos deberíamos permitir.

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