navidad 2019

Tenía razón al avisar el año pasado de que 2019 iba a ser un terreno desconocido. Vaya que sí lo era. Nunca imaginé que iba a vivir tantas emociones. Los últimos doce meses han sido tan intensos que siento como si hubieran sido treinta y seis de otros tiempos. Y me ha dejado tan impactado el añito que he decidido que a la próxima fiesta de disfraces a la que me inviten, o bien acudiré vestido de urna electoral, o bien de papeleta de votación. Al menos tengo clara la orientación de la papeleta.

Así que entro en el que, en teoría, solo en teoría, debe ser mi último año laboral activo, con suma precaución por lo vivido en este año que, menos mal, no era bisiesto, como será el próximo. No te asustes, no hay tiempo suficiente para convocar unas elecciones para el veintinueve de febrero y, además, por suerte, no cae en domingo.

Y a pesar de la rutina electoral que me ha tenido totalmente ocupado y por la que he desatendido a amigos y familiares, he tenido tiempo para reflexionar sobre el futuro y el pasado. He aprendido que guardamos objetos del pasado, cartas, fotos, obsequios… porque nos aseguran el recuerdo y nos sirven de testigos cuando, fruto de los devaneos mentales, dudamos de lo ocurrido. Sí, también he reflexionado sobre el futuro, porque cada día me preocupa más la sociedad en que estaremos inmersos en los próximos años.

Y en medio de estas elucubraciones me he dado cuenta de que, al igual que las hojas del calendario, se pierden en el espacio algunas direcciones de correo electrónico y cambian nuestras relaciones. Pero no por ello he perdido la ilusión por la aventura que supone abordar un nuevo año. Ilusión que quiero compartir contigo y desearte Feliz Navidad, también para todos con los que la vayas a compartir, confiando que en el 2020 saldremos del letargo.